viernes, 22 de enero de 2010

La desolación

Días y días me he ido a la cama desolado. La sensación de sentirme agotado pese no haber realizado ningún esfuerzo ha sido y es continua. Me he sentido y siento aún muchas veces inútil, un deshecho y todo pese a que mi entorno me tiene como una persona eficiente. Pero yo en mi mundo interior se que no lo soy tanto. Cometo fallos, y eso para mí es imperdonable. Es tal el esfuerzo que dedico a pensar que puede pasar si descubren que he cometido un fallo, que llego agotado y además con un ataque de ansiedad de mil pares de narices. Deseo que llegue la noche. La noche es liberadora. Cuando duermes nada ocurre, al menos conscientemente. Y eso me gusta. Me he tirado días "dormido" o queriendo dormir para no pensar, para poder descansar del suplicio al que he estado y estoy sometido. Pero no es justo. No es justo para mí. No es justo para mi familia. No es justo para la telebasura, que necesita de mi audiencia para sobrevivir. Por eso intento no dormir tanto, y procuro ocupar mis pensamientos en otras cosas, aunque sean vanales. A veces lo consigo, otras veces no. Entonces llega la desolación. No queda más remedio que buscar consuelo en los brazos de Morfeo.

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